Capítulo 3. La Leyenda.


-¿Entonces me puedes ayudar a subir la montaña?

-Puedo ayudarte -me contestó sonriendo.

-¿Por qué no lo dijiste antes? Nos habríamos ahorrado una buena cantidad de tiempo.

-La respuesta es muy simple -me dijo - antes no querías subir la montaña, simplemente tenías que subir la montaña y yo no ayudo a las personas que tienen que hacer algo, sino a aquellas que quieren hacer algo.

Su respuesta me dejó un poco asombrado, aunque, debo admitir que la situación había cambiado desde que había dejado de “tener” que hacer algo y había empezado a “querer” hacer algo. ¡Y vaya que era un cambio espectacular!

-Pues -dije aún impactado por lo que me había contestado-nunca lo había visto de esa manera. ¿Cual me dijiste que era tu nombre?

-No te lo he dicho aún, mi nombre es Tezcatl.

-¿Cómo dijiste?

- Tezcatl ese es mi nombre, pero me llaman Carlos.

-Bueno, por lo menos Carlos es más fácil de pronunciar. Mi nombre es Hugo- le dije estirando mi mano para apretar la de él.

Carlos tomó mi mano fuertemente-mucho gusto Macario.

-No – dije – Hugo.

Carlos pareció verme con curiosidad. En realidad pensé que estaba sordo así que le volvía a repetir mi nombre más despacio para que lo entendiera.

-Huuugooo- Dije estirando las palabras- mi nombre es HUGO.

-Huuugooo- pronuncio, imitando la forma en que yo había dicho mi nombre.

-Exacto, ese es mi nombre.

 Carlos sonrió.

-¿Estás listo para subir la montaña? me preguntó.

- Más que listo ¡quiero hacerlo!-por alguna razón sentí felicidad en mi al decir estas palabras, realmente esto fue muy extraño.

-Entonces vámonos, Macario.

-Ya le dije que mi nombre es…

Carlos comenzó a caminar rumbo a la montaña, yo le pedí que esperara, en realidad le grité que esperara pero iba muy adelante y pareció no escuchar. Siguió caminando sin ni siquiera detenerse a mirar si yo le seguía.

Rápidamente me dirigí a mi  automóvil a recoger mi equipaje, por suerte ya había empacado en una mochila todas las cosas que, según el anuncio de Internet, necesitaría para subir la montaña. Así pues tome la mochila y me asegure de que mi auto quedara con llave.

Seguí el camino que Carlos había tomado, ya iba bastante lejos casi no lo alcanzaba a ver; parecía que no se había percatado que yo no le seguía.

Corrí lo más que pude pero he de confesar que mi condición física no era la más adecuada. Dejé de correr y comencé a caminar deprisa, tratando de recobrar la respiración. El camino iba en línea recta hasta unos árboles. Ante esos árboles estaba Carlos esperándome.

-¿Por qué no me esperó?

-Pensé que lo de “llegar tarde” era una broma.- me dijo carcajeándose- me habías dicho que estabas listo para comenzar a subir la montaña, Macario.

-Sí, pero necesitaba ir a traer mi mochila a mi automóvil y ya le dije mi nombre es HUGO- Esto último lo dije casi sin aliento por el esfuerzo de correr para alcanzar a Carlos.

-Pero ya estamos aquí- dijo al mismo tiempo que señalaba un rótulo que decía “Bienvenidos a la montaña El Desafío”

Vi el rótulo de bienvenida pero lo que me llamo la atención fue una leyenda que estaba escrita bajo él.
Bienvenidos a la Montaña El Desafío.

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho, mucho tiempo El Dios del universo pasaba por estos cielos y al ver la belleza de la montaña decidió bajar y contemplar su obra desde el pico de la montaña. 
Al bajar y observar su obra se dio cuenta que un hombre cantaba alabanzas a Dios. Su canto era tan hermoso, y hablaba de justicia y verdad, que Dios se quedo escuchándolo hasta que anocheció.
Una vez el hombre se quedo dormido, Dios se le apareció en sueños y le dio un Tesoro, un Tesoro que era el Secreto por el cual todo ser se convierte en amo y señor de su destino.
Al despertar el hombre guardo el secreto en su corazón. Y pensó, habló, sintió y actuó de acuerdo a ese secreto toda su vida.
Por ese secreto este hombre se convirtió en Rey de esta región. Su reinado fue justo y verdadero y nunca sus habitantes conocieron tal prosperidad como la que vivieron con ese Rey.
Cuando el Rey estaba por morir regreso a esta montaña y escondió el Tesoro-el Secreto que Dios le había dado -y pidió a la montaña que solo se lo diera a aquellos que lo quisieran encontrar. El Rey instaló un Guardián que cuidara del tesoro por los siglos de los siglos.
Desde entonces para Reinar en estas tierras todos los candidatos tenían que venir a la montaña para enfrentar al Guardián y vencerlo, solo entonces si la Montaña los encontraba dignos les daría el Tesoro. 
Por eso esta montaña se conoció como El DESAFÍO.

-Una leyenda muy curiosa- dije- ¿Hay aquí un tesoro? ¿Alguien lo ha encontrado?

-Así dice la leyenda- me dijo sonriendo- Bueno como te decía ya estamos aquí y es el momento de comenzar a subir.

-Si, ya estamos aquí-dije aun pensando en la leyenda.

De pronto me di cuenta que Carlos no llevaba nada para subir la montaña.

-¿Pero tú no llevas ninguna clase de equipaje, Carlos?

Haciendo caso omiso de mi pregunta Carlos sonrió y me dijo:¿Estás seguro que debes de subir esta montaña?

-No, en realidad no debo de subir la montaña sino que “quiero” subir la montaña…el querer hacer algo es más fuerte que el deber hacer algo-me sentí muy bien al completar la frase.

Me sorprendí de mi respuesta. Pero por alguna razón fue una sorpresa agradable.

-¡Veo que aprendes rápido jovencito!

Sonreí, y no sé por qué empecé a buscar algo en el suelo y de alguna forma allí estaba, lo que buscaba era algo con que escribir sobre el rótulo de madera que nos daba la bienvenida a la montaña y encontré una roca con una punta muy fina. Recogí la roca, camine hacia el rótulo y escribí lo siguiente:

“Es más poderoso el querer hacer algo que el deber o tener que hacer algo”

-¿Piensas dejar tu huella en este desafío? - me pregunto Carlos.

-¿Cómo?

-Bueno este es un viaje - dijo- a veces es importante dejar por escrito lo que se aprende en el viaje para aquellos que vienen atrás haciendo el mismo viaje.

-Pero ¿Qué pasa si los que vienen atrás piensan que lo que he dejado en este viaje son palabras sin sentido? ¿Son palabras inútiles que no sirven para nada?

-Pues deja que ellos lo juzguen.

Me quede pensando. Hubo algo que me sacudió. En realidad siempre me había gustado dejar mi marca en los lugares que visitaba. Recuerdo que, cuando era niño, cada obra de cemento fresco que veía por la calle era una oportunidad para dejar mi huella y la mayoría de las veces lo hacía.

-No lo había pensado-  comente -pero no creo que sea una mala idea.

- Pues sería mejor que fuera una “buena idea” y no una “no mala idea”- dijo Carlos.

Guarde la piedra, en mi bolsillo, estaba seguro que la iba ocupar más adelante.

-Recuerda Macario -me dijo  Carlos por primera vez en un tono grave y serio -esta montaña se llama el desafío, no por gusto, sino porque es tu propio desafío.

-Oiga ya le dije que mi nombre es…

 Carlos ya había dado la vuelta y caminaba rápidamente por el sendero… Silbando una tonada y sin hacerme mas caso.

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